Friday, July 28, 2006

Padres....realmente aman a sus hijos?

Mientras mi padre, de 82 años, registraba cuidadosamente su billetera durante una reciente visita, se encontró con un papelito que había estado doblado escrupulosamente y guardado en su sitio durante años. Después de echarle un vistazo por un momento, me lo entregó. Las palabras de un autor anónimo decían lo siguiente:

"Atesora el verano. Es la belleza del día, y todo lo que él contiene. La risa y el trabajo, y finalmente el sueño. La quietud. Oh, septiembre, no pongas tu carga sobre mi mente.Porque yo sé que él se marchará Este hijo mío, ahora un hombre, tendrá que irse.Ese momento unirá mis pensamientos a los años de gozo. Las paredes resonarán con el eco de sus "¡Hola!". Su amor estará en cada uno de los rincones.Sus lágrimas quedarán guardadas en nuestro recuerdo. La vida lo llama más allá de nuestro alcance y a otras paredes.. Nuevos rostros, luminosos pasillos, tímidas sonrisas, muchos lugares. Mayores conocimientos, él tendrá que marcharse. Pero, un momento, antes de que él se marche, asegúrate de que él sabe que lo amas.Esconde el nudo de tu garganta cuando lo abraces. Él pronto volverá de nuevo a casa, pero será diferente. El niñito habrá desaparecido. ¡Cómo quisiera tomar a septiembre y zarandearlo, porque llegó demasiado pronto! Debo ahora mirar la belleza de cada nuevo día, y en silencio dar gracias".

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras leía estas palabras escritas en el frágil y amarillento recorte de periódico. Con ese breve gesto de entregarme la nota, mi padre quiso que supiera lo mucho que yo significaba para él. Talvez él esperaba que yo captara el profundo significado del poema y aprovechara los fugaces momentos que me quedan con mis hijos. Quizás Dios quiere que usted también haga lo mismo. Algunos padres piensan que no tienen lo que hace falta para dejar una huella significativa en la confianza, felicidad, vida espiritual y futuro de sus hijos. ¡Pero, en realidad, cada uno de nosotros tiene exactamente lo que hace falta! La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a privarnos del precioso bien que puede hacer la diferencia: el tiempo? Yo trato de hacer "citas" individuales con cada uno de mis hijos con la mayor frecuencia posible. En ellas puede haber un almuerzo en un restaurante de su elección (no se preocupen, casi siempre es en Wendy's), una parada en un parque para tocar y alimentar los patos, una visita a una tienda de baratijas, o un viaje a una función de teatro. Si usted no tiene suficiente dinero para una gran cita, su hijo o hija apreciará un tranquilo paseo por el bosque, una cómoda mecida en el corredor de la casa, o unos pocos momentos acostados junto sobre la grama, mirando el cielo.
Uno de los lugares más a la mano para disfrutar de tiempo y conversación con sus hijos, es la mesa de la cocina. Sin que lo digan, e incluso sin que se den cuenta, a la mayoría de los hijos les parece sumamente placentero comer junto con la familia. Talvez usted puede hacer que el desayunar con sus hijos sea una prioridad antes de salir a trabajar, así como el venir a almorzar ocasionalmente a la casa, o disfrutar la cena juntos con regularidad.
Hay otro lugar muy conveniente para la conversación entre un padre y sus hijos. Algunos de mis momentos más ricos y significativos con los hijos son los que tengo en la cama por las noches, cuando me acurruco junto a uno de ellos y le pregunto como le está yendo en la vida, si hay algo que le preocupa, o si quisiera compartir conmigo lo que hay en su corazón.
Cuando se presenta la oportunidad, estas personitas expresan conceptos muy profundos. Hay preguntas en cuanto a las amistades, a lo bueno y lo malo, a Dios, a la seguridad, a la moral, y a los temores. Cuando dedicamos tiempo a escuchar, a entender las características y necesidades de cada uno de los hijos, y a responder con sabia dirección, amor tierno y ayuda práctica de la Biblia, nuestros hijos se desarrollan con una sensación saludable de seguridad, importancia y pertenencia.
Los hijos observan muy de cerca a sus padres. Saben que vamos a la iglesia, pero como bien se ha dicho: "¡Prefieren ver un sermón antes que escuchar uno!" ¿Cómo los tratamos cuando hemos tenido un día duro o un dolor de cabeza terrible? ¿O cuando derraman el jugo sobre la mesa o dejan huellas de lodo en el piso? ¿O cuando el techo gotea o el pozo séptico se desborda? ¡Confíe en la paz, paciencia y gozo que da el Espíritu Santo cuando esté agotado!
Si queremos que nuestros hijos tengan una vibrante relación con Cristo, debemos ser ejemplos de Su gracia y crear una atmósfera de libertad en la cual se estimulen desafíos saludables. Nuestros hijos deben saber que cuando están en nuestra presencia, incluso cuando hayan cometido errores o tomado decisiones equivocadas, serán escuchados, alentados, amados, perdonados y edificados.
El leer una vez más el poema de mi padre, ha reavivado mi deseo de invertir tiempo con mis hijos. ¿Por qué no hace usted lo mismo? Porque septiembre vendrá, y pronto les llegará el momento de marcharse.

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